A los treinta y dos años tome la decisión de volverme vegana.
¿Qué tiene que ver el veganismo con el medio ambiente? Más de lo que me imaginaba.
Antes que nada, crecí en una casa donde mi papá era celebrado por la familia y sus amigos por preparar las “mejores” costillas BBQ, mientras que mi mamá preparaba unas ensaladas, sopas y jugos deliciosos, pero la fama no era la misma. Me imagino que el precio de un pedazo de carne o de las costillas era mayor que el de los vegetales y/o frutas, por ende, la celebración era distinta.
“La carne de res promedio de América del Sur produce tres veces la cantidad de gases de efecto invernadero que la carne de res producida en Europa, y utiliza 10 veces más tierra. Lo que comemos es uno de los impulsores más poderosos detrás de la mayoría de los principales problemas ambientales del mundo, ya sea el cambio climático o la pérdida de biodiversidad». Esta frase es del investigador Joseph Poore, autor de este estudio, en declaraciones a la cadena de noticias inglesa BBC.
Después de graduarme de la Universidad, me mudé a China. Un pedazo de carne de res era carísimo en aquella época, así que deje de comer res, si bien, la reemplacé por el puerco, el animal más consumido en ese tiempo en aquel país. Deje, además, de consumir leche de vaca, ya que me di cuenta que era intolerante a la lactosa, y me volví fan del té, ¡habían tantas variedades!, al igual que frutas y vegetales que nunca había probado, tenía un nuevo mundo por explorar.
Recuerdo que en una de mis vacaciones al Ecuador, mi papá preparó en el almuerzo de bienvenida, pedazos de carne de res, y uno específicamente como “me gustaba a mí”. Entusiasmada por volver a saborear esta comida con la que crecí, corte un pedazo y en el momento que topo mi boca… el sabor ya no era el mismo. Todo cambió. No podía comer su comida preparada con tanto cariño. Mi papá me preguntaba qué me pasaba, qué había hecho China conmigo. Yo le decía: “No sé, el paladar me ha cambiado”.
Cuando me mude a EEUU, el puerco seguía siendo mi animal favorito para comer. Huevos con tocino y tacos al pastor servían de desayuno y almuerzo. Un día recuerdo haber visto un video de la producción en masa y la cría intensiva, y me desarmó el corazón ver esa terrible realidad. Me senté a comer en un restaurante Thai, mi (entonces) sopa favorita: Tom Kha Gai. Una sopa hecha con leche de coco, carne de pollo y hongos. No podía comer. La idea de que un animal murió en aquellas condiciones para que yo pueda comer una sopa, me daba asco. Tenía hambre, pero no podía comer el pollo, así que terminé comiéndome los hongos y el líquido, pero no el pollo.
Desde ese día, disminuí mi consumo de vacas, pollos y cerdos. Empecé a consumir más pescado y mariscos, inocentemente pensando que esa industria era menos dañina. En realidad la industria pesquera contribuye con el 46% del plástico en los océanos con las redes de pesca, además de destruir los océanos y matar varias especies en el proceso de pescar un solo tipo de especie. Si seguimos consumiendo y destruyendo la vida en nuestro planeta de la manera en que lo venimos haciendo: ¿Sabías que para el 2048 habrá más plástico en los océanos que peces en el mar?
En 2019, después de regresar de un retiro de yoga en Ecuador, me enteré de los incendios en la amazonía brasileña/boliviana y empecé a educarme más. “Actividades como la agricultura y la producción de alimentos, la deforestación y la desertificación (cuando la tierra fértil se convierte en desierto) son algunas de las mayores fuentes de cambio climático en la tierra, y algunas de las mayores barreras para el desarrollo sostenible. En el norte de Guatemala, por ejemplo, según la United Nations Foundation, se ha informado de que la degradación de la tierra y el suelo debido a la deforestación es una de las principales razones por las que las personas abandonan sus hogares y se convierten en migrantes.
Finalmente, cuando la cuarentena del coronavirus empezó, fue cuando realmente me despedí de TODOS los productos animales. Esta vez, no solo por el criterio acerca del impacto al medio ambiente, sinoporque estaba realmente cansada de ser parte del crimen que significa aportar a estas industrias y a la violencia animal. Los animales sienten dolor, sufren al ver a sus críos y/o familiares ser torturados frente a ellos. No merecen vivir en condiciones tan crueles e inhumanas.
Este año visité un centro de rescate animal, donde conocí vacas, terneros, cerdos, cabras, ovejas, gallinas, gallos, caballos, burros y más. Las historias eran tan conmovedoras, sus personalidades tan diversas. La manera en que se apoyan entre ellos y todo el amor que les dan los voluntarios fue un momento sumamente gratificante.
Fue un largo proceso. Estaba lista. Espero que esto te aliente a transformar tus hábitos alimenticios, si también has estado tratando. La verdad es que me siento mejor que nunca, hago más deporte que nunca, y como delicioso (sin sentirme culpable).
Si quieres ver el impacto y más detalles acerca de estos temas, te recomiendo los documentales “Game Changers”, “Forks Over Knives”, “Food Matters”, “Fat, Sick, and Nearly Dead”, “Cowspiracy”y/o “Seaspiracy” y “Food, Inc”.
Autor: Michelle Smith