Un portazo perturba mi momento de relax en el sofá. Estaba viendo el típico documental que te va dejando somnoliento cuando escuché el enérgico golpe que casi destroza todo el marco de la puerta. Golpes y más golpes, seguido de unas pisadas totalmente desesperadas suenan por toda la casa hasta desaparecer en el cuarto de mi hijo.
Algo ha pasado.
Me levanto alarmado con el corazón a mil por hora y me dirijo a su habitación. La puerta está cerrada…Llamo.
Toc, Toc
– Erik ¿Estás bien? – pregunto desde detrás de la puerta pero solo escucho un llanto totalmente ahogado como respuesta.
Preocupado decido invadir la intimidad de mi hijo y abro la puerta lentamente.
Me da un vuelco el corazón al ver a mi hijo sufrir desconsoladamente tumbado boca abajo en la cama. La habitación está totalmente revuelta como si un tornado hubiese entrado por la ventana y hubiese arrasado con todo. La foto de su pareja que tenía junto a la mesilla está hecha añicos y desperdigada por todo el suelo. No hace falta ser muy listo para saber qué es lo que ha pasado.
Me acerco lentamente a él y me siento en el borde de la cama mientras mi hijo no para de llorar hasta el punto que en ocasiones le cuesta hasta respirar. Apoyo mi mano en su espalda para que sienta que estoy ahí, que pase lo que pase tiene a su padre para lo que haga falta, aunque solo sea para acompañarle en silencio. Era su primera pareja y han pasado juntos más de diez años, tiene que estar destrozado…
Por suerte o desgracia casi todo el mundo pasamos por procesos similares, al final no deja de ser un aprendizaje más de la vida…
–Hijo, imagino que es lo que ha pasado y no quiero incomodarte pero solo quiero decirte una cosa. Espero que puedas escucharme en tu estado. Sé que lo que estás pasando duele muchísimo, nadie en la vida te prepara para ello y estarás creyendo que tu vida se ha acabado y que no podrás salir de este agujero. No voy a entrar en detalles ahora, solo quiero que llores, que grites, que saques toda esa pena y esa rabia de dentro y cuando estés más calmado me gustaría que hablásemos– Sin más, le doy un beso en la coronilla seguido de un te quiero y salgo de la habitación.
Pasó dos días enteros encerrado en su habitación en las que no salió ni para comer hasta que decidí volver a entrar a verle. La imagen fue realmente desoladora, ver a mi hijo con esa cara de sufrimiento y unas ojeras similares a las que se te quedan cuando te dan dos golpes en los ojos me partió el alma. Se encontraba sentado en la silla del ordenador cabizbajo, con la cabeza apoyada en las manos. No lo dude ni un minuto y me lance a darle el más fuerte de los abrazos. Ambos nos fundimos en uno y las lágrimas empezaron a brotar por ambas partes. El lloraba por todo el sufrimiento que llevaba encima, yo por ver a mi hijo en ese estado.
– Erik, me gustaría hablar contigo si te ves preparado – le dije.
– No entiendo nada papa… ¿Por qué me ha hecho esto si la he tratado como a una reina?– contestó entre lágrimas mientras apretaba aún más sus brazos contra mi cuerpo.
– Muchas veces hijo, la gente mantiene las relaciones no por amor si no por costumbre. Aguantamos situaciones y actos por miedo a perder la estabilidad que tenemos. Ven, siéntate en la cama y cuéntame que ha pasado- Le cojo de la mano y le guio como si se tratase de un anciano.
Nos sentamos en la cama y Erik empezó a contarme absolutamente todo lo sufrido durante estos diez años. No quise entrar en detalles ya que las relaciones son demasiado complejas para tachar a alguna de las partes como culpable. Solo quería el bienestar de mi hijo.
– Erik, por todo lo que me has contado, la relación llevaba rota años lo único que ha cambiado es el desencadenante de la decisión de dejarlo. Comenzasteis muy jóvenes y no habéis conocido a otras personas que os puedan nutrir o hacer madurar en cuestión de pareja. Ambos os habéis hecho mayores pero emocionalmente os habéis quedado anclados en ese inicio de la relación – cojo su mano y la aprieto con fuerza – Tu error ha sido dejar de quererte a ti mismo. Nunca jamás debes consentir que ninguna persona por mucho que creas que la ames, te obligue a dejar las aficiones o gustos que te hacen sentir vivo. Alguien que de verdad te ama respeta todo lo que eres, tanto tus virtudes y sobre todo tus defectos. Dejando de lado todo lo que te gusta para hacer feliz a la otra persona te olvidas de tu propia felicidad y así jamás podrás llegar a tener una relación sana.
– Papa, ¿Que voy a hacer ahora sin ella? ¿Cómo voy a lograr levantarme de esto…?- dijo mientras me miraba con esos ojos inundados en un mar de lágrimas- No voy a encontrar a nadie más en mi vida, me quedaré solo…
Deje que su llanto se apagase un poco antes de contestarle a sus cuestiones irracionales.
–Mira hijo, lo que estás pasando ahora es totalmente natural y no le voy a quitar la importancia que tiene. Duele muchísimo todo lo que estás pasando y en algunas ocasiones creerás que eres incapaz de salir del agujero pero te juro que todo esto pasará con el tiempo. Me decías que qué harías ahora sin ella y la respuesta la tienes dentro de ti. Tendrás que aprender a ser feliz por ti mismo sin depender de otra persona. Será un proceso de aprendizaje del que acabaras exhausto pero al final del camino te sentirás totalmente orgulloso de haberlo logrado.
Ahora mismo tu raciocinio está totalmente truncado por tu baja autoestima que se ha ido generando a lo largo de estos años y lo primero que vas a tener que trabajar es el darte cuenta de lo muchísimo que vales, de lo muchísimo que has conseguido tu solo. Cuando esa autoestima se recupere y comiences de nuevo a quererte a ti mismo, comentarios como los que has hecho sobre quedarte solo, no se volverán a cruzar en tu mente jamás. Para empezar a darte cuenta de las cosas piensa si en la relación que tenías has tenido que demandar demostraciones de afecto, si se te ha faltado al respeto, si solo obtenías exigencias y lo más importante, si aun estando con tu pareja, en ocasiones te has sentido solo. Que hayas tenido que volver a casa es solo pasajero, pero recuerda esto…estos diez años no han sido en balde. Te han dado una cantidad de experiencias y aprendizajes tanto para lo bueno como para lo malo que en cuanto te des cuenta de todo ello, no volverás al ser el mismo.
-Ahora soy incapaz de verlo papa…- respondió más calmado.
Sé por experiencia propia que por mucho que te digan que estas situaciones son pasajeras no conseguimos procesarlo hasta que va pasando el tiempo. La vida es complicada y cada herida que nos hacen deja una cicatriz, pero una cosa esta clara, jamás volvemos a ser los mismos y eso en cierta forma es bueno.
–Aparecerá una persona maravillosa en tu vida y te darás cuenta de que lo que hasta ahora sentías no era amor si no miedo a quedarte solo. Por otro lado, por los antecedentes que me cuentas de tu pareja, debido a su educación y experiencias, ha confundido amor con posesión y apego. El ejemplo esta en unas sabias palabras que tengo bien guardadas dentro: Si ves una flor que te encanta en un jardín el instinto nos hace querer cortarla y llevárnosla. Eso se llama apego y posesión, podremos lucir la flor durante un tiempo pero poco a poco se irá marchitando hasta morir. Sin embargo, si realmente amamos esa flor, la dejaremos crecer y la cuidaremos dejándola en su entorno para que año tras año nos pueda deslumbrar con su belleza. Este ejemplo se transmite a todas las situaciones de la vida y en especial a lo referente a la pareja.
Poco a poco vi como la cara de mi hijo cambiaba, algo le había hecho clic en la cabeza. Pasaron los días y aunque fueron difíciles para ambos, la alegría comenzó a resurgir en él. Retomó sus aficiones y descubrió otras nuevas. Comenzó a conocer nuevas amistades pero el cambio más significativo fue el que tuvo el mismo, su sabiduría de los acontecimientos de la vida creció a la vez que su autoestima. La cicatriz que le había quedado era enorme pero al final, fue una cicatriz que estuvo orgulloso de llevar.
Una de tantas historias incompletas de amor y desamor.
Autor: Miguel Ángel Vera