– Cariño. Sé que tendría que haberlo hablado antes contigo, pero lo necesitaba. Creo en ello. He pedido una excedencia en el trabajo y voy a presentarme como candidato a las elecciones.
– ¿Qué? ¿Estás loco? ¿Sabes cómo es la política de este país? Amor, es un nido de ratas. No te metas ahí.
– Sabes que soy una buena persona. Y que creo que se puede hacer más de lo que se hace. Hay mucha gente que necesita tanto. Se lo debo a mi país.
-Te van a comer vivo. En cuánto te niegues a bailar su baile, van a ir a por ti.
– No soy un iluso. Sé negociar. Son años de experiencia en el sector privado. Es hora de hacer política, con mayúsculas. El arte del acuerdo, de sumar voluntades, de luchar por objetivos comunes.
– Te apoyaré en tu decisión, pero nuestra familia no va a terminar revolcada en mierda. Lo sabes, ¿verdad?
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– Cariño. He tenido un día durísimo en el Congreso. Es peor de lo que pensábamos.
– ¿De lo que pensaba yo? No creo.
– Me han ofrecido comprarme… de una forma muy sutil. Te hubiera gustado la urbanización en primera línea de playa que no van a construir.
– Ten cuidado. No me cansaré de decírtelo.
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– Amor mío. Estoy frustrado. Muy frustrado. Han pasado ya 15 meses y siento que no he hecho nada. Tres propuestas de Ley en algún cajón cogiendo polvo. Cientos de debates estériles, un montón de votaciones a leyes que no entiendo y que apenas he podido leer. Tengo ya demasiadas dudas incluso de mis compañeros más cercanos. Es horrible. No sé si me quedan fuerzas para seguir nadando a contracorriente.
– Bueno, votas lo mismo que tu partido en las leyes que se aprueban. Muy a contracorriente no vas.
– Pero, ¿Qué dices? ¿Estás poniendo en duda mi integridad? Eso no te lo permito. No sabes por lo que estoy pasando. Ahora es cuando más te necesito a mi lado.
– Aún te apoyo querido. Pero estás desgastando nuestra relación. Deja ya de una vez esta aventura ridícula. Vuelve. Regresa. Devuélvenos nuestra vida.
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– Por fin cariño. Al fin avanzo. Creo que me he ganado mi lugar. Van a llevar al pleno uno de mis proyectos legislativos. Es mi gran oportunidad. Me han dicho que le pondrían mi nombre. Han pasado tres años, pero me dicen que es un récord para un ‘novato’ como yo. No te puedo dar detalles, pero voy a conseguir mejorar la vida a cientos de miles de personas.
– Me alego mucho. Estoy muy orgullosa. Hay que celebrarlo. Podríamos hacer una escapada el fin de semana. Disfrutar un poco de la vida. Nos lo merecemos.
– Poco disfrute tengo por delante en los próximos tres meses. Debo tener disponibilidad máxima. Van a ser cientos de reuniones. Estoy tan emocionado.
– En palabras para los que vivimos en este planeta es que no te voy a ver el pelo ¿no?
– Cariño…
– Vete al carajo.
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– Cariño. Me hundo. Parecía que al final todo encajaba. El apoyo de mi partido y de las fuerzas políticas que necesitábamos para sacar los votos. Lo que nos pedían no era tanto. Cedimos, qué si no es la política, ceder para conseguir un bien mayor. Tuve reuniones, sellé pactos secretos con un apretón de manos. Todo a buen puerto. Mañana se vota. Hoy me llamaron al despacho del jefe de mi bancada. Estaba con unos señores que ya conocía de decirles varias veces que no. Mi ley, mi proyecto, el cambio en cientos de miles de vidas dependía de unos sucios contratuchos de un par de millones. ¿Qué vale más cariño? ¿Qué vale más? Necesito hablar contigo. Si escuchas este mensaje, bórralo por favor, y quedemos en la cafetería en la que nos conocimos, te lo ruego…
Una de tantas historias incompletas sobre política.
Autor: Felix Espoz