Muchas personas me dicen, ¿cómo es que te acuerdas tantas cosas de cuando eras niño?… La verdad es que tuve una infancia muy feliz y estoy agradecido por ello. Mi niñez transcurrió entre una familia numerosa y cariñosa a su manera, el colegio entre las clases y los amigos, las tonterías sin sentido y la aventura en todo lo que se hacía, realmente que fui afortunado.
Mi padre siempre nos inculcó la afición por los deportes, no importaba cual fuera. Aparte de practicarlos, disfrutaba además viéndolos si es que no se podía participar en ellos. Y cómo olvidar los incontables juegos de las diferentes disciplinas en campeonatos intercolegiales, eso sí que se disfrutaba en serio. Se ansiaba tanto esos juegos porque te daban un montón de emociones diferentes. La primera, y más importante, sin importar la disciplina deportiva que fuera, era, sin duda, el no tener 3 o 4 horas de clase. Un verdadero goce, seguido de salir de la institución hacía un lugar donde ibas a ver una competencia que te llenaba de orgullo por tu colegio, las barras (por supuesto sin decir una sola mala palabra), la disputa con los colegios contrincantes, el poder ver a las niñas (es que mi colegio era sólo de varones) y, fuera cual fuera el resultado, el poder comprar entre juego y juego las golosinas que vendían en las afueras de los coliseos deportivos (chicles, chupetes, chocolates, el tan prohibido por los padres limón con sal, etc.). Además, claro, de la buena y sana competencia, «lo importante no es ganar, sino competir».
La emoción se sentía desde el día anterior, cuando el profesor dirigente anunciaba que grados saldrían a apoyar al equipo al día siguiente… algarabía por la noticia. Seguía el anunciar a tus papás el desenlace de tal suerte y esperar a que ellos te dieran un poco de dinero para comprarte algo en las afueras de los centros deportivos, cosa que no pasaba todos los días, y bueno, si no te daban, no importaba, seguro que algún amigo con mejor suerte te prestaría o te brindaría a cambio de cualquier retribución mínima en los siguientes días (pero verás, mañana me prestas tu compás nuevo, jajaja).
Ya llegado el día, la verdad no importaba ninguna clase, ya que en todas lo único que se hacía era contar los minutos y horas para salir. Por fin, se veía por las ventanas ingresar el bus que te llevaría a tu destino.
Una cuadra antes de llegar, ya nos parábamos y nos abalanzábamos hacia la puerta para ser los primeros en salir y poder comprar algo antes de ingresar al juego. “¡Hagan fila!”, se escuchaba siempre con algo de molestia de parte del profesor encargado. A continuación, el ingreso al coliseo (Los Quitus), estadio (El Morlán), colegio (De la policia), pista atlética (Los Chasquis), una piscina (El Batán) o cualquiera que fuera el lugar en que se celebraría el gran acontecimiento… Una vez dentro, empezaban las barras para apoyar a nuestros deportistas, y siempre había el orgullo del grado… “dale pollo, patea”, “no te dejes gato hazle una galleta”, “eres malo 10, patea duro si puedes”, “tres races por el colegio… ras ras ras colegio, vamos a ganar”, etc. Todo era adrenalina pura.
Si se ganaba no podía faltar el típico “¡mañana vacación!, ¡mañana vacación!”, que, por supuesto, nunca nos la daban, pero no se perdía la esperanza. Si se perdía, pues nada… “bien jugado muchachos”, “si entraba esa bola…”, “qué mala suerte, sí fue palazo…”, “árbitro vendido” … la ilusión quedaba en clasificar a la siguiente fase para poder volver a salir en los próximos enfrentamientos.
Por último, de regreso al bus que te llevaría de vuelta al colegio, únicamente para recoger las cosas e ir a casa, sin deberes por hacer, sin lecciones que presentar, sin responsabilidades por el momento, con la alegría que solamente un niño puede sentir por las cosas más simples del mundo.
Y qué decir del campeonato interno… “el viernes nos toca con los malos del A”, “ya ganamos”, “traerás tus pupos Pibi”…
Una de tantas historias incompletas sobre infancia. Historia 11/12.
Autor: Andrés Acosta
2 Comments
Muy bien traídos a colacion aquellos hermosos y gratos recuerdos que todos tenemos de cuando fuimos estudiantes. Felicitaciones.
Que maravilloso relato. Yo también jugaba Volley en la selección del cole…los mismos recuerdos…divertido…todo igual, solo que con el uniforme mostaza y azul.
Felicidades