Las fronteras, además de delimitar territorios, atesoran magias seductoras que conquistan almas. Entrelazan raíces y sentimientos ejerciendo un arraigo con sabor a orgullo y fascinación.
Sin embargo, conocer y disfrutar lo inexplorado trae consigo sorpresas y grandes satisfacciones que quedarán impresas por siempre en la mente y en el corazón de quienes tenemos el privilegio de aventurarnos y saborearlas.
Hay un lugar ubicado en el extremo norte de Sudamérica que alberga un espacio en la memoria del mundo por sucesos nefastos que intentaron eclipsar su encanto. Sólo quienes llevamos encapsulado el tricolor entre las venas sabemos que Colombia pinta en sus paisajes el verde de las esmeraldas, esparce en su aire cálido el aroma de las orquídeas y que su cocina cautiva paladares que sucumben, ante el mar de sus delicias.
Sus paisajes y gastronomía hacen de ella un destino anhelado por miles de turistas alrededor del mundo, al igual que la cordialidad y el carisma de su gente, que irradia alegría y afecto porque lo traen adherido a la piel.
Quién puede resistirse a degustar la capital colombiana a través de un suculento ajiaco bogotano: una sopa hecha con varias clases de papa, maíz, guascas, y complementada con crema de leche y alcaparras.
Quién ha visitado el caribe colombiano, ha quedado prendado de lo maravilloso del mar y de sus playas. Esa mezcla de cultura española y africana que contagian alegría y sabor. El caribe sabe a arroz con coco, a múltiples pescados y mariscos, patacones y frutas afrodisíacas que embrujan y seducen.
El eje cafetero: imperdible destino y patrimonio de la humanidad. La Palma de Cera, El Parque del Café, Salento, el Santuario de Fauna y Flora, entre muchos otros atractivos que nos enorgullecen. El café es nuestro producto insignia catalogado como el mejor del mundo. El olor y el sabor de un buen café colombiano es un poema que se disfruta caliente.
Pero Antioquia es magistral. Medellín: La Ciudad de la Eterna Primavera. La de las más hermosas mujeres, vivencias hechas trovas, el carriel y las arepas. Allí donde la bandeja paisa es una locura que genera adicción: esa mezcla irresistible de arroz blanco, frijoles, chicharrón, carne molida, chorizo, huevo, arepa, plátano maduro y aguacate.
No alardear del Sancocho sería imperdonable y más aún no decirles que se hace en leña, en escenarios callejeros o campestres, pero con un sabor que bien podría competir con el más suculento platillo gourmet europeo. Al igual que la sopa de mondongo, un himno al placer y al gusto.
Aquí todos son vecinos, parceros, compadres, amigos. Donde hay un «paisa» hay alegría, berraquera y putería. Trovan al amor, a las mujeres, al aguardiente y a la crisis.
Por eso Antioquia tiene huellas marcadas en el mundo y en los corazones de quienes han pisado esta tierra montañosa y feliz.
Y cómo no darles una muestra de nuestro folclor, componiendo una trova de esas que salen de las entrañas:
Los invito a mi terruño,
sean todos bienvenidos,
Ecuador, Perú, y Europa
y hasta los del Reino Unido.
Argentina y Paraguay,
México lindo y querido,
Uruguay y Panamá,
y los de Estados Unidos.
A toditos los espero,
con cariño y mucho afecto,
hay arepas para todos,
y puro guaro antioqueño.
Y si no tienen pareja,
aquí están las más hermosas
en el valle de las flores,
las mujeres son las rosas.
Los turistas que han venido,
saben que somos berracos,
que vendemos hasta sueños,
y empeñamos hasta un fiado
Amarillo es el maíz,
Y el azul un cielo abierto,
pero el rojo es la pasión,
que conquista al extranjero.
Una de tantas historias incompletas de viajes. Historia 5/12.
Autora: Cristina Gaviria.
One Comment
Felicitaciones a la autora de esta maravillosa historia incompleta, muy bien narrada.