Mi vecina, la simpática, me ha organizado una cita a ciegas con una amiga suya argentina. Bien podría haber sido con ella, pero no soy su tipo, dice. Así que me preparo, me pongo mis mejores galas, unas gotitas de una colonia sutil y actitud positiva, mucha. Llego antes que ella, no me gusta hacer esperar a la gente. Llega razonablemente puntual. Primeras impresiones, ni fea ni guapa. Bonita sonrisa. Suficiente. A ver qué me deparan las próximas dos horas.
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Voy a matar a Susana. Me obliga a tener una cita a ciegas con un tipo de su edificio. No me ha querido dar apenas detalles suyos… ¿para no condicionarme? Está tarada. No tengo grandes expectativas. Si con 30 está solo… En fin. Espero que no sea un nene de mamá. Esta vez no voy arreglarme demasiado. Llego tarde, solo un poquito para ponerle nervioso. Entro al local, le identifico, la concha de la lora, definitivamente voy a matar a Susana.
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Le doy dos besos. Intento ser cortés y educado en los primeros lances para dar la mejor impresión posible, ‘old school’. Nos sentamos a cenar, y para entonces han pasado poco más de cinco minutos y ya sé con certeza que será un desastre de cita. Cero empatía. Voy probando distintos temas de conversación, ya no para agradar, que me da igual, sólo para poder tener una cena un poco agradable. Es un muro. La cara sur del Annapurna.
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Me da dos besos. Aliento bien. Un olor lejano a colonia, maderas, buena elección. Intenta ser caballeroso… un poco torpe a mi gusto. Ché, ¿qué hago acá? Quiero zafar como sea. Creo que se me está poniendo la típica cara de asco y que se está dando cuenta, por lo menos no es tonto. El pobre lo intenta, va sacando temas, pero nada alentador. A ver si se termina rápido esta pesadilla y aún llego a lo de la Cata.
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-¿De dónde eres?
–De Buenos Aires
-Yo viví allí unos pocos meses. Una ciudad bonita, pero muy dura. Es difícil sentirse acogido.
–¿Eso te pareció a vos?
-Sí, era complicado ir a un local y entablar conversación con alguien. Si vas solo sobre todo… Pero tenía mis trucos
–¿Sí?
-El que mejor funcionaba era Maradona. Cuando la conversación no fluía, sacaba con cualquier pretexto el nombre del Diego.
–¿Y te funcionaba a vos eso?
-Desde luego. Un ídolo venido a menos que ya no aporta nada al fútbol, que, pese a ello, es idolatrado como un ‘dios’, del que se burlan sus más cercanos haciéndole videos en los que sale borracho, eso funcionaba siempre.
–No tenés ni idea de lo que decís pelotudo. Ya me sacaste de onda. Andá a cagar vos y tus estrategias.
-Tranquila eh. ¿Es que acaso no es verdad?
–Se acabó, me voy. Ándate a la mierda.
-Shhh, perdona bonita, esto no se paga solo, ¿tu parte?
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Han pasado dos semanas desde la desastrosa cita con la argentina. Qué chasco. Menos mal que eso salió así de mal. Pero… ahora que lo pienso, ese carácter suyo tenía algo, y su sonrisa, no sé…
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Espero que el pelotudo ese no me vuelva a buscar nunca. ¿En qué estaría pensando la Susana? Faltarle al Diego… Atrevido el tipo… no olía mal, y era educado, y la verdad se esforzó el muy repelente…
Una de tantas historias incompletas de fracaso. Historia 8/12
Autor: Félix Espoz
4 Comments
Entretenida historia, muy bien relatada. Felicitaciones al autor.
Una anécdota divertida y diferente sobre un referente del fútbol mundial.
Buenísima historia. Los misterios del amor
Felicitaciones
El fútbol evoca pasiones insospechadas en todos lados y en mucha gente.