¡Tengo una misión! Es una necesidad vital. Una tarea definitiva que me he autoimpuesto. Es relativamente sencilla y a la vez puede resultar tan compleja que puede llegar a costarme la vida.
Desde niños, lo primero que nos enseñan es que la Historia no se toca. Nunca. De hecho, las leyes son bastante estrictas al respecto. Los viajes en el tiempo están permitidos solo con supervisión, tal y como se establece en los códigos civil y penal, y si se desobedecen estos preceptos, las penas van desde la cadena perpetua por aventurarse en solitario hasta la pena de muerte si se interfiere en el curso de los acontecimientos. En este último caso, que se ha dado solo un par de veces, al menos que hayan sido reconocidos por el Estado, se ha enviado un interceptor a un momento en el tiempo un par de minutos antes a eliminar al infractor para restablecer el curso normal de los hechos.
Mi plan es que mi acto, tan simple como entregar una nota, con solo una línea de texto, cambie de tal manera la historia, y que tenga tanta incidencia en el fututo, que nunca envíen al interceptor y no me mate.
Llevo quince años estudiando un período muy breve de la historia, solo cinco años, y de un lugar muy concreto del mundo, La India. Su proceso de independencia y de partición en dos estados, la India y Paquistán.
Tengo que entregar mi nota a Louis Francis Albert Victor Nicholas Mountbatten, el último Virrey de la India. El plan para partir el subcontinente indio lleva su apellido, el nefasto Plan Mountbatten. Este aristócrata británico solo la tiene que leer y no hacer nada durante unos años, para así evitar millones de muertos, desplazados, dolor, familias rotas y la ralentización del crecimiento de una de las mayores potencias tecnológicas del mundo actual, de hecho, la más justa pese a su tormentoso pasado.
Lo tengo todo programado, viajaré directamente hasta su despacho, le entrego la nota, me aseguro que la lee y salgo pitando. Unos 45 segundos en total.
Estoy en la ‘sala de historia’ de mi instituto, tienen un rudimentario aparato, no muy vigilado. Me he colado por una ventana. Todo va según el plan. Respiro profundamente. Muevo los hombros y la cabeza intentando relajarme. Pongo la fecha exacta, las coordenadas, lo sincronizo con mi chip en el cuello, cierro los ojos, y cuando los abro estoy frente a Mountbatten, con su uniforme de gala azul marino y su pelo blanco peinado con cuidado hacia atrás. Es un hombre imponente.
No tengo tiempo y hablo de forma atropellada: “Sr. Virrey. Es usted un hombre de honor, un estadista que no quiere pasar a la historia como el inglés que partió a la India. Vengo del futuro. Por favor lea esta nota. Esta información salvará millones de vidas”. Le veo perplejo, dubitativo, me mira con escepticismo. Extiendo el brazo y le acerco mi nota.
No sin reparos coge la nota, la abre y la lee: “Muhammad Ali Jinnah está gravemente enfermo”.
Me mira nuevamente, dobla con cuidado la nota, la rompe y sonríe.
Pienso, ¿qué ha pasado? Miro a izquierda y derecha. Ahora el que está desubicado y perplejo soy yo. No hay interceptor…
Una de tantas historias incompletas de ciencia ficción. Historia 10/12
Autor: Felix Espoz
One Comment
Fascinante a la vez que fantástica historia. Felicitaciones Félix