Pronto, pronto, falta poco para llegar. Espero que esté bien, hoy ha pasado la mayor parte del día solo. Esperanza tuvo que dejarlo temprano para hacerse cargo de su madre.
Por fin. Llegué. Me salto escalones para subir rápido, son solamente dos pisos, pero siento tan lejos su vivienda. Llego hasta su puerta, toco el timbre y doy los 4 golpecitos a la puerta como él nos enseñó, 2 golpes fuertes y los otros 2 más suaves y seguidos (el mensaje de telegrama como en sus tiempos). Respiro. Agitada, acerco mi oreja a la puerta, será más fácil escucharlo cuando esté cerca. Me toma algunos segundos calmar mi agitación y empiezo a contar: un mil, dos mil, tres mil, vamos… que no escucho respuesta del otro lado… cuatro mil, cinco mil, seis mil, respiro profundo… siete mil, ocho mil, LISTO. Escucho el sonido del bastón al golpear con el antiguo piso de madera. Vamos, un paso a la vez, despacio… nueve mil, diez mil… ahora escucho deslizar sus zapatos con cada paso que da, respiro más aliviada… once mil, doce mil, trece mil, catorce mil… su mano llega a la puerta. ¡Bien! estamos sincronizados, no hemos fallado en nuestro juego en los últimos meses. Desliza su mano por la puerta hasta encontrar el seguro, lo gira con cuidado, abre la puerta y pronuncia mi nombre.
–¡Elena querida, eres tú! –
Verlo y escuchar su voz calma mi agitación y preocupación del día.
-He llegado. Lamento que Espe te haya dejado temprano, su madre…
–Sí, su madre necesitaba de ella. Va a estar bien. Ustedes las mujeres, tienen una magia para reponerse de todas las situaciones. Continuamente preguntaba eso a tu abuela a ver si me compartía su secreto. (Sonríe)
-(Sonrío) La magia que siempre te tuvo encantado de mi abuela.
Lo guío de vuelta hacia el interior de la habitación, lo ayudo a sentarse en su sillón preferido.
-Abu, ¿qué tal estuvo tu día?
–Querida, sabes cómo van mis días. Mis horas de sueño son cortas y desde temprano empieza mi trajín. Recorro por mis pensamientos y mis recuerdos, visito a amigos queridos, a la familia, sobre todo a algunos, que por situaciones imprevistas de la vida hemos perdido comunicación. Me pregunto qué pasará con ellos, será que están ausentes por ocupaciones o por el olvido al que la rutina nos lleva.
-Ánimo, Abu, no te pongas melancólico.
–Después de cierta edad, los pensamientos de un viejo no tienen futuro, por lo general son tristes y, si no tristes, melancólicos. Eso no es lo importante ahora…
Hace una seña para que tome asiento junto a él.
–Ven, toma asiento, acércate – Suavemente y con toda la ternura acaricia mi cara con sus manos temblorosas, queriendo aparentar una firmeza, lee con las yemas de sus dedos cada detalle de mi cara. Sus manos, tan arrugadas, ásperas, pero al mismo tiempo tan cálidas, tan reconfortantes para mi estado de ánimo, intentan leer mis pensamientos cada vez que acaricia mi frente. Me da unas suaves palmaditas en las mejillas y respira profundo en señal de que ha terminado el ritual de saludo. Esta vez algo cambia en su ritual, busca mis manos y las toma con firmeza. Viene la pregunta que no quería escuchar…
–¿Qué te tiene tan triste querida?
-Abu, ¿cómo logras saber cómo me siento con sólo pasar tus manos por mi cara?
–Sabes que son mis ojos.
-Pues… hoy tuve un día lleno de sorpresas con mis proyectos. Me propusieron manejar el desarrollo de un proyecto, es un gran reto y eso me gusta, pero al mismo tiempo tendré que estar fuera de la ciudad por algunos días y con bastante frecuencia. Sé que Espe estará pendiente de ti, así como los vecinos….
–Estoy muy orgulloso de ti, tienes la misma dedicación que tu abuela, cada vez compruebo que heredaste su gen (Se acerca y me abraza).
-Desde que puedo recordarte en mi niñez, me has enseñado que cada situación que trae la vida se la aplaca o se la celebra con un abrazo de alguien especial, creo que has sido muy afortunado al tener el don de reconfortar con abrazos a quienes hemos estado a tu lado.
–Qué fuerte es el poder de un abrazo, ese don lo aprendí de tu abuela (suspira). Hoy la visité, como casi todos los días, pero hoy fue especial, recordamos el día en que nuestras vidas cambiaron cuando su mente se quedó en otros tiempos y con el pasar de los días se fue apagando, sin embargo, nunca perdió esas ganas de vivir y de seguir enseñándonos a ser fuertes ante cualquier situación, siempre acompañada con una sonrisa. Ella con frecuencia me recordaba que la vida cambia y que muchas veces creemos que la vida es inmutable, que una vez tomada una vía se la debe recorrer hasta el final. No tomamos en cuenta que el destino tiene mucha más imaginación que nosotros. Justo cuando crees encontrarte en una situación sin salida, cuando estás en el punto de llegar a la desesperación, todo cambia con la velocidad de una ráfaga de viento, se desordena y, de un momento a otro, te encuentras viviendo una nueva vida. Recordaba cómo el compartir mi vida con tu abuela fue algo que marcó mi rumbo, fue mi guía y admiración. Su fortaleza y maravillosa sonrisa siempre ayudaban a sobrellevar cualquier dificultad y a celebrar cada alegría… Querida, entiendo y sé lo que sientes. Tú tienes mucho de tu abuela, ustedes y su magia nos dan fuerzas al resto. Yo estaré bien, cada vez pongo en práctica los consejos que tu abuela compartía, mira que hasta ya puedo prepararme la deliciosa sopa de pollo para los días fríos (suelta una gran carcajada).
Todo va a estar bien…
Una de tantas historias incompletas sobre Mujeres. Historia 5/12
Autora: Soledad Anda
One Comment
Felicitaciones Soledad. Tierna y maravillosa historia. Gracias por compartirnosla.