¿Por qué mierda tiras la puerta? Gritó mi papá mientras volvía a abrir la puerta de mi cuarto. Yo estaba llorando dentro. Mi papá tenía el temperamento bastante volátil en aquella época. Con la edad y las experiencias que da la vida, lo ha ido controlando. Levantarle la voz a mi papá usualmente terminaba con un golpe. Sin embargo, la impotencia y la ira que sentía me hizo gritarle: ¿Qué te importa? Grave error, pensé, cerré los ojos y esperé la bofetada.
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El Toyota rojo salía lentamente del estacionamiento de una licorera de un pueblo de Wisconsin, olvidado por el tiempo y en medio de la nada. En él van dos latinos: uno color canela y un isleño. Para los que no lo sepan, en Estados Unidos existe una raza designada a aquellos que nacen en una isla: isleños. Podrán adivinar que uno de los latinos soy yo y el otro ‘mi hermano’.
“A ver explícame de nuevo. Yo no puedo decirle ‘nigga’ a un negro, porque no soy negro. Entre negros se dicen ‘niggas’, pero en algunos casos también puede ser ofensivo. Y yo, aunque no le puedo decir ‘nigga’ a un negro, si te lo puedo decir a ti con cariño. ¿Es así?”.
“That’s right” me contestó. Era la primera lección racial que me daban en Estados Unidos.
Para mí era difícil entender el problema racial que existe en este país con los negros. En Ecuador un negro es un negro, mi primo que es morenito le decimos negro, pero nadie se ofende. Y yo le digo a mi amigo, “déjate de pendejadas negro”, y tampoco se ofende. Y hasta a tu novia le puedes decir “mi negrita”, de cariño. Todo esto era nuevo para mí.
Eso pasó hace más de 20 años, ahora tengo una mejor noción de la disparidad racial que existe en este país. Y si el mundo entero no lo sabía, ahora lo sabe debido a un negro que murió después de ser brutalmente arrestado por un policía blanco.
Hay días intrascendentes en la vida que se olvidan fácilmente, pero ese momento que viví en el asiento del Toyota me dejó marcado. Desde entonces, un latino chiquito con la piel de indio, ojos cafés, pelo negro y ‘puyoso’, ¿qué podía esperar de vivir en uno de los estados más blancos de Estados Unidos?
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Les voy a contar la peor historia de racismo que jamás me pasó…
Toda mi vida estudié en el mismo colegio. De esa etapa me quedaron muchos recuerdos y varios amigos valiosos. Mi colegio era católico, bien católico. De esos colegios sudamericanos de valores tradicionales, para varones y con uniforme obligatorio. Nuestro uniforme era color caca, dependiendo de lo que hayas comido el día anterior. Hasta los zapatos eran cafés. Y no sé cómo será en otras ciudades, pero en Quito, un colegio privado es predominantemente blanco, y no en el color de sus paredes, sino en el de sus alumnos.
No me acuerdo en que grado estaba. Yo siempre fui chiquito de altura y en el escalafón de jerarquía… bueno, no ocupaba los peldaños más altos. Ese lugar de privilegio se reservaba usualmente, no para los más brillantes, sino por los más ‘quiños’. En los pasillos y canchas del colegio paseaba un ‘bully’, se trataba de un tipo conocido como el ‘rey’. Caminaba siempre con otros dos guardaespaldas, irrelevantes, porque en realidad no me acuerdo ni de sus caras. El ‘rey’ cursaba un grado menos que yo, pero era alto, blancucho, y se paseaba con sus ‘matones’ en los recreos para ver a quién le podía joder la vida. Uno de esos días, comenzó a decirme: “Longo de mierda”. “Vele, que longazo”. “¿Cómo le habrán dejado entrar a este longo a este colegio?”. “Indio de mierda, cámbiate de escuela”.
Yo no había experimentado ningún tipo de diferenciación racial hasta ese entonces. Pero el constante abuso por parte del ‘rey’ fue una etapa dura para un ‘culicagado’ como yo. ¿Por qué pensamos que las personas que se ven como indios son menos que los blancos? ¿Por qué creemos que la gente blanca en Ecuador es mejor que los que somos bajos y pintados? Y me incluyo ahí, porque yo también lo pienso.
Ese abuso psicológico me hizo creer que, porque no era blanco, no merecía estar en un colegio de ricos y blancos.
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Al no sentir la bofetada de mi papá, abrí los ojos receloso y lo vi sentado a mi lado. Esto sí que era inesperado. Con un tono de voz poco usual, lleno de compresión y angustia, me preguntó qué es lo que me pasaba. Insistió tanto que terminé contándole que como somos de color canela, ojos cafés y pelo negro, no pertenecemos a la “elite quiteña”. Fue una conversación tan sincera que esa semana ya me habían buscado cupo en otro colegio.
Muchas personas de otros países piensan, por lo que ven en las noticias, que en los Estados Unidos el racismo se vive todos los días y en cada esquina. Que un negro o un latino viven con miedo constante. Sin embargo, hasta ahora, nadie me ha llamado aquí ‘latin shit’ o ‘indigenous shit’.
Hay días que son irrelevantes y se olvidan fácilmente, pero el día que este ‘rey’ decidió llamarme “indio de la mierda”, lo recuerdo claramente. Ahora tengo 40 años, el problema racial que tuve ha quedado en el pasado. Sin embargo, espero algún día volver a encontrarme con el ‘rey’ y poder decirle: “What’s up my nigga?”
Autor: David Carrilo.
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Una de tantas historias incompletas sobre la Racismo. Historia 3/3
6 Comments
Felicitaciones David por esta nueconva historia relacionada con el racismo que, como tú muy bien lo señalas, se evidencia no solo en Estados Unidos sino en muchos otros países incluído el Ecuador. Sin embargo, es momento de decir YA BASTA!!! .Verdad?
Así es Miguel, debemos aportar nuestro granito de arena para que estas situaciones no sucedan nunca más.
Muy buena historia!
Muchas gracias Esteban por tu mensaje.
El racismo no es un problema de un solo país. Hace parte de lo que nos enseñan en casa a ver como inferior o con menor valor y detrás de esto solo pueden haber argumentos vacíos.
El fin de racismo está en casa.
Me encanto Devid!
Muchas gracias Vivi. Viviana, Viviana, Viviana…