Cuando recobré la conciencia, la gente que pasaba se había acumulado formando un amplio círculo a mi alrededor. Me miraban como si se fuese a producir en mí una gran transformación que no quisieran dejar de observar, pero desde lejos, como curiosos impacientes. Fue una enfermera la primera en acercarse “¿Puede respirar?”, me preguntó, buscándome en el pulso los signos vitales. Me resultaba penoso estar a merced de aquella gente a causa de mi debilidad súbita, pero no me sentía peor, sino algo mejor, solo un abandono de la fuerza biológica. La enfermera sacó de su bolsillo un tanque de oxígeno diminuto que limpió con un pañuelo y comenzó a animarme. “No podemos dejarlo aquí, estamos estorbando el paso, hay que subirlo a la ambulancia y llevarlo a la enfermería”. “Ayúdeme, por favor” le supliqué. No quería ir a la enfermería, precisamente eso quería evitar, que me llevaran más lejos; cuanto más lejos me llevaran, más difícil sería para mí volver. Sin embargo, no podía mantenerme en pie. La gente alrededor parecía haberse ido hace tiempo, un hombre de mediana edad apareció en la periferia. “Ayúdeme a levantarlo” dijo la enfermera al hombre de mediana edad. “No entiendo, por qué ayudamos a este señor, evidentemente esto ya no es nuestro asunto, sino de la Fuerza Sanitaria” dijo el hombre de mediana edad, mientras pasaba su mano por debajo de mi brazo y la enfermera por el otro. “Bueno, arriba,” dijo la enfermera. “Se lo agradezco mucho a los dos” dije, ladeando cabeza, aunque la verdad me hubiera hecho mucho bien quedarme ahí. Estaba como mareado, como en un barco a la deriva en medio de una fuerte tormenta. Solo el miedo a terminar en una enfermería, donde los pacientes iban a morir en el más completo abandono, me mantenía luchando, aferrado a la conciencia. Me resultaba incomprensible el lugar a donde me llevaban el hombre y la enfermera, estaba en sus manos, si me soltaban caería como una tabla. Por último me di cuenta de lo que hablaban, oía un rumor que lo llenaba todo, como la de una sirena. “No a la enfermería” murmure lo más alto, aunque ya totalmente de forma incomprensible. Oí decir “Hallado muerto en la mitad de la calle, sexo masculino, presumiblemente problemas respiratorios, muerte súbita, al momento no traía identificación, métanlo en una bolsa, con los otros”
Autor: René Ávila.
Una de tantas historias incompletas de una Pandemia. Historia 5/12