Mi nombre es Khuyana (que significa amor), vengo de una comunidad de la amazonía, chiquita como la mayoría de las comunidades de por ahí. No sabíamos lo que quería decir la palabra pobre, porque nunca nos faltó nada. Teníamos ríos con agua transparente, peces, guantas, armadillos, capibaras, para alimentarnos, y comida de la tierra; también libertad y aire fresco. Todos éramos iguales. Un día llegó Katari (que significa serpiente), uno de los jefes de otra comunidad de más afuera. Habló con los jefes de nuestra comunidad y dijo que había gente que quería comprar nuestras tierras. ¿Comprar? Le preguntó nuestro jefe Qhari (que significa fuerte). Ahí empezó todo, los líderes de esa comunidad habían aceptado cambiar parte de sus tierras por cosas que ni siquiera necesitábamos, cocina decían, refrigeradora llamaban, televisión les mostraron, camioneta para llevar cosas, y así, pura cosa brillante y grande.
A Qhari no le impresionaban esas cosas, era hombre sabio. Su familia había liderado a mi comunidad desde hace décadas y decía que hay que ver dentro del alma del hombre para creer en su palabra. Lo que no sabíamos era que ese cambio de tierras de las otras comunidades ya había marcado nuestro destino también. El comercio se daba entre comunidades intercambiando algo que nosotros podíamos tener con algo que nos hacía falta.
Cuando era niña, nada nos preocupaba, jugábamos con todos los niños de la comunidad, reíamos, paseábamos, nadábamos y aprendíamos de nuestras mamás y papás los oficios que nos permitían vivir, también las cosas que nos podían dañar y nos cuidábamos los unos a los otros. La noche marcaba el final del día.
Conforme pasó el tiempo, se empezaron a escuchar sonidos fuertísimos cerca de ahí, día y noche sonaban y ya la oscuridad no era lo mismo, el cielo se iluminaba sin que haya sol. Esto asustó a los animales, ya no había pájaros, ni los animales de tierra que huían del ruido y los monstruos que botaban todos los árboles. También de nosotros que ahora nos tenían miedo porque la caza se hizo más frecuente que cuando sólo era para darnos de comer, ya no teníamos vecinos que nos intercambien algunos alimentos que no tenían nuestras tierras y obligaban a nuestros jefes a ir más allá, donde antes no era permitido, pero lo malo fue cuando el agua del río que venía de más arriba cambió de color y sabor, empezó a matar a los peces y luego a enfermarnos pero no como antes que todo se curaba con nuestras plantas y árboles sino que necesitábamos lo que llamaban medicina y eran como piedras blancas que era lo único que calmaba los dolores.
De un rato a otro ya no nos intercambiaban cosas y nosotros no teníamos eso que llamaban dinero, ya la tierra no era nuestra decían y pusieron muros de alambre para que no entremos, cada vez era más feo y los hombres tenían que ir a lo que llamaban pueblo, a vender nuestras “almas” porque así se sentía vender lo que la tierra nos regaló, a cambio de cosas elementales.
Luego entraron los que llamaban curas y las monjas como encargados de callarnos diciéndonos que teníamos que entender que era para nuestro bien, nos tocaba ir caminando a un lugar llamado escuela, donde nos enseñaban cómo teníamos que comportarnos ahora e incluso como vestir. Las cosas ya no eran lindas y había veces que llegaban hombres con armas que eran más fuertes que nosotros y se llevaban a las mujeres a cambio de no matarnos.
Mi mamá para salvarme de esa “vida” decidió mandarme a la ciudad con las monjas, donde me hicieron terminar mi educación, así mismo creo que me vendieron porque llegué a un lugar donde tenía que hacer lo que otros me decían para que me paguen con dinero. Me escapé de ese lugar luego de 2 años y logré volver a mi tierra, ya nada era igual, todo fue destruido, hasta la conciencia de las personas había cambiado, nunca lo entendí, por qué se peleaban por cosas que no necesitaban. Lo que sí entendí con el pasar de los años es que nunca fuimos pobres. Esa idea también nos la vendieron y a un precio muy alto.
Llegué a trabajar para las Naciones Unidas tratando de rescatar jóvenes como yo lo era, tratando de arreglar lo que habían roto en muchas más comunidades, haciéndoles entender que no hay nada peor que la pobreza de corazón.
Una de tantas historias incompletas de Pobreza. Historia 6/12
Autor: Andrés Acosta
2 Comments
Magnifica descripción de frecuentes historias reales
Gracias por tu comentario! Esperamos que disfrutes todas las historias y no te olvides de COMPARTIR! 🙂