–Entonces, ¿el invasor las secuestró en su propia granja?
–No. No nos secuestró. Nos rescató. Nos salvó de los otros… invasores, como les ha llamado.
–Entonces era uno de ellos.
–Era como ellos. Pero no era uno de ellos. Los otros querían hacernos daño. Él quería protegernos.
–¿Y eso cuándo sucedió?
–A la mañana siguiente a la noche del cielo rojo. Al amanecer.
–¿Por qué confiaron en él? ¿Cómo supieron que no quería hacerles daño también?
–No lo sé. Lo supe. Mi hija también. De algún modo, lo supimos.
–¿Sabe por qué fueron a por unos niños muy concretos, y no a por otros?
–Les necesitaban. Mi hija… y otros como ella, son distintos. La primera generación. Así les llamó.
–¿Para qué les necesitaban?
–No lo sé.
–Vamos. Estuvieron con él casi una semana. Las cuidó y las protegió todo ese tiempo. Sé que hablaron… y sabe mucho más de lo que nos está contando.
–Es curioso. Al principio yo pensaba que él nos hablaba, hasta que a los pocos días me di cuenta de que no emitía sonido alguno. Sus… mensajes llegaban directamente a mi cabeza. Ahora ni siquiera estoy segura de que fueran palabras. Simplemente entendía lo que quería decirme.
–¿Se comunicaban telepáticamente?
–Oh, no, yo necesitaba hablar. Creo. Ni siquiera lo había pensado hasta ahora. ¿Me estuvo leyendo la mente todo ese tiempo? Pero mi hija y él sí se comunicaban de la misma forma.
–¿Quiénes son? ¿Qué son? Usted es la persona, que sepamos, que ha estado más en contacto con uno de ellos. ¿De dónde vinieron?
–No vinieron de otro planeta, como muchos dicen. Ni de otro mundo.
–¿De dónde, entonces?
–Vinieron… de aquí mismo. Ellos son… nosotros. O lo que seremos dentro de muchos, muchos años.
–¿Son humanos? ¿Humanos del futuro?
–Mejores que nosotros, en muchos aspectos. Más débiles, en otros. Por eso necesitaban cubrirse de esa forma. Por eso los respiradores.
–¿Viajaron en el tiempo, entonces? ¿Fue eso lo que provocó que los cielos de todo el planeta se tiñeran de rojo?
–Sí. Debió ser eso.
–¿Y vinieron aquí, desde el futuro, con qué intención? ¿Para raptar y llevarse a un montón de niños? ¿O buscaban algo más?
–Su planeta… Nuestro planeta, dentro de muchísimos años, estará al borde de la aniquilación total. Habremos arrasado de tal forma el medio ambiente que cualquier cosa que viva sobre su superficie estará abocada irremediablemente a su desaparición. Entre ellos el ser humano. Sobre todo el ser humano. No el ser humano que conocemos ahora. Un ser humano extraordinario, evolucionado hasta extremos que ahora somos incapaces de concebir. Un ser humano que podría, debería estar en su plenitud más absoluta, capaz de trascender hacia nuevos niveles de la existencia… condenado sin embargo a la extinción por culpa del propio ser humano.
–Pero, en ese futuro tan… espléndido para el ser humano, ¿no encontrará la forma de salir de una Tierra moribunda para asentarse en otros planetas? Porque ahora no estamos tan evolucionados y ya se está hablando de eso.
–Eso no funcionó. No funcionará, quiero decir.
–Entonces, ¿para qué vinieron? ¿Cuál era su objetivo?
–Eliminarnos de la faz de la Tierra. Erradicar una especie nociva y funesta, convertida en el mayor de los peligros para su planeta y para sí misma, y quedarse para ellos una Tierra a la que aún podrían salvar y sabrían cómo proteger.
–Pero… No lo entiendo. ¿Erradicarnos de la faz de la Tierra no supondría condenarles, de alguna forma? Si somos su pasado, sin nosotros ellos no podrían llegar a existir.
–No sé cómo funciona. Creo que para eso necesitaban a los niños. A la primera generación. Además, una vez que nosotros ya no estuviéramos, ellos mismos se asentarían aquí y ahora. Y aquí y ahora podrían sanar y recuperarse, a la vez que el propio planeta sanaría y se recuperaría. Y el futuro del ser humano, en esas condiciones, podría ser ya… ilimitado.
–Un tanto radical, ¿no le parece? ¿Realmente necesitan eliminarnos? ¿No pueden… explicarnos las cosas, enseñarnos y coexistir? ¿Compartir recursos? No sé. ¿Evolucionar juntos?
–Eso tampoco funcionaría.
–¿Lo saben? ¿Tan seguros están de ello?
–Lo saben. Están seguros.
–¿Y por qué ahora? ¿Por qué no viajar más atrás en el tiempo, a un planeta más virgen, sin apenas humanos a los que exterminar, mucha menos resistencia?
–También lo intentaron. Y tampoco funcionó. Además, necesitan a la primera generación. Y estamos muy cerca del punto de no retorno. El momento en el que traspasaremos la línea entre cuando aún estamos a tiempo de salvar el planeta y cuando ya no habrá nada que podamos hacer para salvarlo. Es lo más ético, según su punto de vista. Dejarnos existir todo el tiempo que sea posible, hasta que ya no quede más remedio que eliminarnos.
– ¿Lo más ético? Perdone, pero a mí no me parece ético en absoluto. Estamos hablando de un exterminio… ¿Qué puede haber de ético ahí?
–Por eso no todos están de acuerdo. Por eso él nos salvó y nos protegió. Y por lo que sé, consiguieron salvar y proteger a otros niños. Para evitar que los otros pudieran llevar a cabo sus planes. Hay facciones. Discrepancias.
–¿Quiere decir que su amigo, y otros como él, se oponían a todo eso de erradicarnos y quedarse con el planeta?
–Sí y no.
–Vaya.
–Él no pensaba que no fuera una solución viable o apropiada. Es más, estaba convencido de que era la única solución posible. Pero consideraba que no era una decisión que debieran tomar ellos.
–¿Y quién debía tomarla, entonces?
–Nosotros.
–Ah, bueno, genial. ¿Lo sometemos a referéndum, entonces? Creo que puedo avanzarle cuál sería el resultado.
–No todos nosotros. Uno de nosotros bastaría. En representación de todos los demás.
–Perdone, pero sigue sin parecerme justo.
–Alguien que pudiera llegar a comprender las dimensiones reales del conflicto. Alguien que tuviera tiempo para procesarlo y examinarlo desde todas las perspectivas posibles. Alguien capaz de ver más allá de la insignificancia de su propia existencia para pensar en el bien común.
–Demasiada responsabilidad sobre una única persona, ¿no cree? Además, sería tan injusta cualquiera de las dos decisiones que pudiera tomar que… No, lo siento. Es imposible.
–Matar a la raza humana para salvarla, o salvar a la raza humana para matarla. Complejo, sí. Injusto, seguro. ¿Imposible? No lo creo.
–¿Y quién podría ser esa persona que…?
–Yo.
–¿Cómo dice?
–Yo. Yo soy esa persona. Él me eligió. Ellos me eligieron, aunque yo al principio no lo sabía. Y llegado el momento, cuando supieron que estaba en condiciones de poder tomar una decisión… me dejaron tomarla.
–Vaya. Estoy totalmente sin palabras.
–Es comprensible.
–No… No lo entiendo. La historia que me está contando es una completa chifladura y sin embargo la creo. No sé por qué, pero la creo.
–¿Verdad? Es extraño al principio.
–Y fue entonces cuando usted decidió salvarnos de la extinción y ellos se retiraron. ¿Así, sin más?
–Bueno. Ellos se retiraron. Eso es cierto. Pero… yo aún no le he contado cuál fue mi decisión.
Una de tantas historias sobre el medio ambiente.
Autor: Rodrigo Martín