Me considero una persona a la que le gusta resolver problemas. Una persona curiosa que quiere aprender más acerca de la vida. Y ahora, a mis treinta y tres años, siento que las piezas del rompecabezas del amor empiezan a tener sentido.
Los rompecabezas, el Tetris, los juegos de estrategia siempre me han gustado. Mario Bros, Tomb Raider, El señor de los anillos, Candy crush, Catan, entre otros. No importa si son videojuegos, juegos de mesa, o están en mi teléfono. El punto es que cuando empieza el juego, lo vas descifrando, te enojas, te emocionas, y tienes que escoger ese “último” movimiento que decidirá la partida. A veces pierdes, a veces ganas, pero lo que es seguro es que cada acción, cada pieza, si es usada en el momento correcto, crea una cadena y los siguientes movimientos fluyen sin mayor obstáculo.
Y así mismo funciona el amor. Las relaciones. Amistades, familiares y románticas. A lo largo de nuestras vidas conocemos a alguien, y si fuimos a tal concierto o si teníamos algo/alguien en común, la relación se termina desarrollando más o no. Cada “juego”, cada relación, es distinto y aporta a tu vida nuevas estrategias y conocimiento. Conocimiento propio. Aprendes qué te gusta y por qué te gusta. Qué no te gusta y por qué no. Aprendes también a honrar esas cosas, como también a respetar las cosas que no te gustan. Por ende, cuando alguien llega a tu vida, eres más receptivo, más respetuoso y cuidadoso, porque ya sabes que esa otra persona trae algo nuevo que enseñar, algo nuevo que vivir.
Ahora, si eso dura o no, es donde entra la fe con la que entras a jugar cualquiera de estos juegos. Quieres ganar y quieres una relación duradera, en la que puedas crecer y pasar a las diferentes fases a las que no has podido llegar aún porque no tenías esa “pieza”. Y, a veces, sientes que esa persona es “LA PIEZA”, pero pasan los días, los meses y hasta los años y te das cuenta que, aunque lo intentaste todo, en ese tiempo la pieza no entra, no cabe, no vas a pasar al siguiente nivel.
No es que no haya sido amor, lo fue. Sin embargo, no era la pieza correcta en ese momento concreto. Por ende, te mudas, viajas, conoces a otras personas, te conoces más. Te pasa algo similar, pero cada vez consigues más rápido honrar tu verdad y sabes si la pieza es o no es la correcta. Hasta que, de repente, y sin buscarlo, te lanzas a jugar, aunque dolido, más experimentado, y encuentras a esa persona que cumple con los “requisitos de mi lista”… A esa persona que cada momento te demuestra ser todo lo que tú quieres que sea y viceversa. Tú no complementas su mundo, mas bien aportas al mismo. Y su relación aporta algo a tu mundo. Es ahí que, sin forzar, la pieza toma su sitio y pasas al siguiente nivel.
Una de tantas historias incompletas de amor y desamor.
Autor: Michelle Smith