Esta es la historia de Juanito. Juanito es un chico muy alegre, le encanta correr en el parque, pasear por las calles, jugar fútbol con sus amigos, ver películas y enseñarle trucos a su perro, “Penaldo”. Pero, sobre todas las cosas, a Juanito le encanta comer. Lentejas con arroz y queso, arroz con pollo, tigrillo, huevos revueltos con tocino, pancakes con miel, carne apanada con maduro frito, spaghettis con salchichas…y tantos platos más. Sin embargo, hay un plato que reina por sobre todos los demás. La primera vez que lo probó, era un domingo cualquiera. Juanito tenía 9 años y su mamá decidió hacer LASAGNA: Esas tres capas (mínimo) de pasta, bechamel, ragú y queso rallado a más no poder, hecha al horno para que el queso se derrita y quede crocante por arriba… mmm.
Desde ese día, la vida de Juanito cambió para siempre. Cada evento especial, cada cumpleaños, cada domingo del año y cada miércoles (por si acaso) era día de lasagna. Y, como no podía ser de otra manera, una bandeja para la familia de cinco, y otra entera solo para él.
15 años después…
¡Juanito se gradúa hoy de la universidad! ¡Qué alegría! ¡Será Comunicador! Hoy en la noche hay una cena en honor al graduado, y ¿adivinen el menú? Así es: Lasagna.
Todos están reunidos en casa alrededor de la mesa. El pequeño “Leo” ladra sin parar de la emoción (Penaldo había fallecido un par de años antes ya de viejito) y Ángel, el padre de Juanito, levanta su vaso para dar uno de sus famosos brindis. “…siempre fue un buen chico…”, “…me acuerdo aquella vez que…”, “…te esperan cosas muy grandes…” ¡PUM! Alguien se desmaya. Es Juanito…
2 horas después…
Juanito había sufrido un infarto. Estaba en el hospital en Emergencias.
– ¡Doctor! ¿Qué le pasó a mi hijo? – dice llorando Victoria, su madre.
– Señora, su hijo ha sufrido un infarto, probablemente a causa de su sobrepeso. Ha logrado despertar, pero debido al fuerte golpe que se dio en la cabeza al caer, no tiene memoria de quién es ni en dónde está.
– ¿Y qué podemos hacer?
– Ahora mismo debe descansar mucho y empezar a comer de otra manera muy distinta a como venía haciéndolo, porque si no, esto volverá a ocurrir.
1 semana después…
En casa.
Juanito apenas se movía y seguía sin recordar nada. Su madre le estaba dando de comer las recetas que le habían mandado: caldo de pollo, sopa de verduras, papas hervidas con pollo, puré de coliflor con pescado al vapor, etc. Lloraba mientras hacía estas comidas porque sabía que a su hijo no le gustaban y lloraba más aún cuando le daba de comer y veía que él no reaccionaba.
Un día, Victoria no aguantó ver a su hijo así ni un segundo más. Decidió hacerle lasagna. Estaba convencida que su plato favorito seguro lo animaría y no le importó lo que le dijeron los médicos.
Juanito probó la lasagna y sus ojos perdidos de pronto enfocaron en su madre: “Hola Mamá”. “¡Ángeeeeel! ¡Juanito habló y me reconoció!, ¡ven rápido!”-gritaba Victoria-. Hablaron de todo. Les dijo que todo este tiempo estaba consciente de todo y que los escuchaba, pero que no podía decir nada. Estaba muy triste por lo que había pasado y prometió cuidarse más para que no vuelva a suceder.
Llevaban hablando unas 2 horas cuando otra vez Juanito dejó de enfocar y de hablar, y volvió al mismo estado en el que se encontraba antes de comer la lasagna. Su madre, desesperada no sabía qué pasaba, pero algo dentro de ella le decía que fue la comida. Sin pensarlo dos veces, Victoria volvió a preparar otra bandeja de lasagna al día siguiente, y otra vez, y otra vez, y otra vez…y cada día pasaba lo mismo: Juanito comía, volvía en sí y se iba 2 horas después…
Desde ese día, la vida de Juanito acabó para siempre.
Una de tantas historias incompletas sobre comida. Historia 9/12.
Autor: Diego Méndez.
One Comment
Interesante historia y muy bien narrada. El poder de la inteligencia de los humanos no tiene límite y alrededor de un plato de comida favorito de puede hacer una bella historia. Felicitaciones a su autor.