¿Es él? Por supuesto. ¿Quién no conoce al nuevo diamante del equipo de fútbol de la ciudad? Ese muchacho de barba incipiente es la mayor esperanza de toda una ciudad para sentir algo parecido a la felicidad, por fugaz que sea. El tipo al que estoy apuntando a la cara. Podría ser cualquiera de los niños pijos que vienen por aquí; sin embargo, es él. Precisamente él.
Que no te confunda ese aspecto de rapero despistado. Este cabrón es capaz de ver espacios que otros no ven, de superar sin piedad al mejor de los defensas. Es un don innato. Cuando pusimos patas arriba las pruebas de acceso al equipo del barrio, con apenas 10 años, ya lo tenía. Allí nos vimos por primera vez. Allí, en ese campo de tierra polvoriento, nos hicimos inseparables.
Cuatro años y ocho meses de entrenamientos, madrugones, risas, victorias y derrotas. Nos hicimos hombres defendiendo los colores del club. Todo era perfecto hasta ese lluvioso sábado de enero; hasta que aquel pelado acabó con mis esperanzas. Fractura múltiple de tobillo. Fin del sueño. Desde entonces a ayudar al viejo en su taller; lo que siempre quise evitar se convirtió en mi destino. No había vuelto a estar frente a él desde entonces.
Las malas amistades acompañaron aún peores decisiones. Decisiones que me hicieron perderlo todo; que me han arrastrado a una espiral salvaje. No me importa lo que pierdan los demás, solamente lo que yo pueda conseguir de ellos. No me importa lo que tenga que hacer.
Él siguió creciendo como jugador sin freno. Se hizo imposible contener semejante talento. Los grandes pusieron sus ojos en él y llegó al profesionalismo. Un carrusel de fama, mujeres, anuncios de televisión, tatuaje y directos de Instagram.
¡Cuidado, céntrate! No dejes de apuntarle. El azar nos ha unido de nuevo, sin embargo, no dejaré que se interponga en mi camino. Solo está él entre mi dosis y yo. Me siento extraño. Me siento poderoso. Reza para que no pierda los nervios; para que no se me escape el dedo que apoyo sudoroso en el gatillo. La vida no es justa. Ahora yo soy la estrella.
Una de tantas historias incompletas sobre fracaso. Historia 12/12
Autor: Jorge Sánchez