En medio del bosque, había instalado una tienda de acampar junto al río, había logrado prender una pequeña fogata. Se miraba desde el cielo y tomando distancia, se sentía muy segura de sí misma, estar en medio de la nada, sola, era un paso gigante para ella. De pronto su voz interior le susurro que no estaba en medio de la nada, por el contrario, estaba en medio de todo. Agua, tierra, viento, fuego, vida, pura vida.
Mil pensamientos paseaban por su cabeza, ¿Qué hacía ella ahí?, ¿Qué haría de su vida?, ¿Quién era ella?, ¿Podrá ella tener la valentía y la fuerza para decidir vivir del arte? ¿Podrá liberarse y escapar de lo establecido, de lo normal, de lo que debe ser? Treinta y cinco años, soltera, sin hijos, sin pareja, sin casa, sin auto, sin trabajo, sin gato, sin perro… se sentía como volver a los veinte. Tal vez no debía estar ahí, que idea absurda y completamente estúpida, coger una maleta, guardar un poco de ropa y escaparse al otro lado del mundo para volver a comenzar… ¿Estaba acaso escapando de sí misma?
Cada pensamiento la aturdía, trataba entonces de respirar profundamente y de hacer que cada pensamiento se desvaneciera y volara muy lejos de ella.
La última llamita del fuego se apagó, se quedó unos minutos en completa penumbra, entonces, decidió que era mejor descansar. Entró en su tienda de acampar, cerró los ojos y contó borregos para tratar de conciliar el sueño.
De pronto, vio una luz intensa, abrió la tienda de acampar, la luz intensa la dejaba ciega, y en un segundo sintió que fue expulsada al universo. No tenía cuerpo, no tenía voz, pero su voz interior no le abandonaba. Estaba suspendida, flotando en medio del universo, entre estrellas, fantasmas, duendes, hadas y extraterrestres. Sentía miedo, muchísimo miedo, no quería estar ahí. El miedo tardó muy poco en desaparecer, de pronto todo estaba en paz, todo estaba en amor. La ira, la pena, la frustración, la crítica, el odio, la condena, el rechazo, la pobreza, la guerra, la tristeza, la injusticia, el dinero, el poder, la destrucción, la materia… todo eso no tenía cabida allá arriba… simplemente no existían.
¿Me quedo aquí para siempre? pensó. Un ser gigante multicolor con tres ojos, sin hablar le pregunto ¿Estás segura de que es tu lugar?
Estaba segura, por supuesto que sí, se sentía tan bien, en paz, sentía mucha paz, una paz que jamás había experimentado en su vida.
En su mente comenzaron a pasar muchos recuerdos como fotografías. Sonrisas y juegos con sus sobrinos, abrazos de su hermana, consejo de su madre, cafecito en la terraza con su padre, heladito de chocolate, bailar al ritmo del son cubano y de la cumbia, estar enamorada, su obra de teatro, la sonrisa de aquel chico transparente que tiene nombre de río, el temazcalito que bebía con el cuñado, el choclito con queso, el río, la playa, el lago, las empanadas de la pana argentina, los alfajores del hermano de la misma pana, los artistas callejeros, un águila volando, las interminables sonrisas y charlas con su pana músico, hombre azul…
Quiero volver, pensó, mi vida está allá, mis sueños, mis búsquedas, mis pasiones están allá, aquí, muy pronto me aburriría. De pronto sintió un dolor muy fuerte, como si quisiera dar a luz. Ella no estaba embarazada, nunca lo había estado. El dolor era grande, y ahí en medio del cosmos, en medio del principio y del fin, empezó a dar a luz. ¿A luz a quién?, se dio a luz a sí misma. Entendió entonces que ella decidió hace treinta y cinco años llegar a la tierra. Y como cuando se hace puenting saltó y volvió de nuevo, a este planeta, olor a café, a caña, a menta. Volvió más guapa, más fuerte, más enamorada que nunca, volvió a sembrar amor en ella misma y a regalar amor a todo lo que esté en su alrededor…
Una de tantas historias incompletas de ciencia ficción. Historia 11/12
Autora: Mélanie Chéradame
One Comment
Hermosa historia, será así después de la muerte ?
Congrats !