Eran cerca de las 22h00, la noche estaba fresca y un cielo con muy pocas nubes permitía vislumbrar una hermosa luna llena.
“Subamos a la terraza para conversar”, le pedí a mi prima Wendy.
Ella de 20, yo de 18, ella atea por decisión, yo católica por convicción, ella reservada y cautelosa, yo un poco indiscreta y aventurera. Debido a diferencias familiares que nunca entendimos, nos conocimos hace poco menos de dos años, lo cual no impidió que se desarrollara una estrecha amistad desde el primer día en que nos vimos.
La terraza era uno de nuestros lugares favoritos, podíamos pasar horas en ella hablando de los misterios de la vida, de lo ambiguo de la naturaleza humana o, a veces, al calor de unas copas, de aquellos amores pasajeros. Esa noche no había copas, sólo las ganas de charlar. Subimos a la terraza y mientras disfrutábamos de la brisa veraniega, empezamos a elucubrar acerca de la posibilidad de que existiesen civilizaciones mucho más avanzadas que la nuestra en algún recóndito lugar de este inexorable cosmos.
Desde la paradoja de Fermi, hasta la teoría de los universos paralelos, nuestra plática transcurría tan animada como en cualquier otra ocasión, cuando de repente algo extraño llamó nuestra atención, era un sonido desconocido que parecía ir llenando el ambiente de a poco; a lo lejos en el cielo se divisaban unas luces…
“Es un avión”, sentenció mi prima.
“Un avión no suena así”, pensé.
Nos quedamos suspensas esperando a que el sospechoso “avión” se acercara y le diera la razón a mi prima. Sin embargo, nuestra inquietud, lejos de disminuir, iba aumentando. El sonido y la manera en la que aquel aparato se movía eran totalmente extraños. Unos segundos después observábamos atónitas cómo dicho objeto pasaba a varios metros por encima de nuestras cabezas a una velocidad similar a la de un avión, permitiéndonos divisar su curiosa silueta, mientras de alejaba hacia el norte.
“¡No puede ser!”. Es lo único que alcancé a decir, mientras sentía una corriente fría invadiendo mi cuerpo.
“¿Has visto eso?”, me preguntó mi prima. “¡Nunca había visto algo así!”, exclamó.
Su inmensa forma triangular y su color gris metal eran totalmente distintos a cualquier referencia o archivo mental que nos permitiera proporcionarle un nombre.
“¡No creo que en verdad hayamos visto un OVNI!”, continuó insistiendo mi prima.
“¿Pues qué otra cosa puede haber sido?”, le objeté.
Totalmente exaltadas empezamos a refutar aquello a lo que nuestros ojos no daban crédito. ¿Fue real lo que vimos? ¿No sería demasiada coincidencia? ¿Quizás estamos en una especie de alucinación colectiva provocada por nuestra plática previa? La última opción parecía ser la respuesta más razonable y con la que nos hubiésemos quedado, de no ser porque en ese preciso instante la extraña luz reapareció en el horizonte y parecía acercarse a nosotras, esta vez a una altura inferior.
No alcanzamos a pronunciar más palabras, nos quedamos una junto a la otra mirando hacia el cielo, mientras el extraño sonido volvía a hacerse presente en el ambiente y la luz parecía volverse cada vez más grande… segundos después ya no había lugar para las dudas, aquel objeto era real y se acercaba lentamente hasta detenerse exactamente sobre nuestras cabezas. Su forma era impresionante, un grisáceo y perfecto triángulo de esquinas redondeadas. Una luz en cada una de ellas servía de marco para un círculo luminoso que giraba en el centro de su enorme estructura.
Extrañamente, y pese al terror que sentíamos, no fue posible movernos, era como si de repente la opción de articular nuestro sistema físico con nuestros pensamientos no estuviera disponible, como si alguien hubiera desactivado de pronto nuestra voluntad y solo conseguíamos mirar absortas aquella intensa y brillante luz…
Una de tantas historias incompletas de SCI-FI. Historia 6/12.
Autora: Silvia Pesantes.
One Comment
Hermosa historia y que no es de mucha ficción para el tiempo en que vivimos y las cosas que a diario vemos y seguimos aprendiendo porque la ciencia y los descubrimientos no se detienen. Quizás faltó aumentar una palabra más: Continuará…. Felicitaciones a su autora.