Dicen que cuando ves una estrella fugaz, debes pedir un deseo, ¿sabías eso? ¡Yo sí! Y tan afortunada fui que en un viaje de trabajo, bajo un hermoso cielo estrellado en República Dominicana, apareció una, era algo improbable, pero ahí estaba, solo para mí; un deseo, lo tenía clarísimo, no había duda; cerré los ojos e inmediatamente mi alma, mi corazón y mi mente se alinearon para llegar hacia todo el universo… me encontraba extasiada, y, sinceramente, parecía que estuve alucinando, al preguntar a mis colegas nadie más la vio… parecía que solo quería ser vista por mí… Pero, ¿mi deseo se hará realidad?
De regreso a casa se me había olvidado mi maravilloso encuentro estelar, y mi vida transcurría con aparente normalidad, ese día se celebró un récord de ventas en la empresa e hicieron una maravillosa fiesta; casualmente pude estar en la oficina, ya que por lo general pasaba viajando, mi vida era viajar, amaba mi trabajo. Fue ahí cuando ocurrió… Todavía recuerdo el primer día que te vi, bajando por las escaleras con tu overol blanco, cejas cargadas y ceño fruncido… Serio y casi inaccesible… Una mirada se cruzó entre ambos y fue inevitable sentir magia, a esa magia se sumaron los nervios, la música empezaba a sonar, todos comenzaron a bailar y como si los demás dejaran de existir te veo acercándote a mí, ahora ya no frunces tu ceño, me sonríes y me preguntas: “¿quieres bailar?”. Yo pienso, cómo le digo que sí, ni siquiera lo conozco, pero algo sucede en todo mi ser, ¿qué me pasa? No fue necesario decir nada, simplemente me di cuenta de que bailábamos, o más bien ¡flotábamos! La música parece que deja de sonar y solo te veo a ti y escucho tu voz, una voz grave tipo locutor, que hace que me bombee a mil mi corazón, “¿en qué área trabajas?”.
Así, empezamos a charlar, en un lugar donde todos te conocían menos yo. Aquí te veo y me encantas, quiero saber más de ti, me doy cuenta que tú también quieres saber más de mí… Los días transcurren, los meses pasan y somos los mejores amigos; amigos platónicos diría yo. Esa magia que surgió debió detenerse, tú estás casado y yo llevo casi 6 años de noviazgo, y, posiblemente, me tenga que casar. Debo confesar que siempre que me toca el tema lo evado porque no quiero lastimarlo, no me quiero casar. Esto no me sucede ahora que te conocí, lo sé desde siempre, pero no tengo las fuerzas para terminar con esta relación enfermiza, me acostumbré a sus infidelidades, a sus celos intensos, al maltrato psicológico que me reparte cada vez que nos vemos.
Mis jornadas de trabajo son más fáciles ahora que te conocí, y te convertiste en mi mejor amigo; ahora que te puedo contar sin miedo todos mis incontables problemas amorosos, aunque me duela tienes razón, no merezco que me trate de esa manera, me has dicho cosas duras, pero tienes razón y estoy entendiendo. Me dijiste que busque ayuda, “pero soy psicóloga”, te dije enojada, “¡no necesito ayuda!”. “Estás enferma”, respondiste. He llorado llena de enojo con tus enérgicos consejos; pero sí, tenías razón, mi terapeuta me dijo cosas muy parecidas a las que me dijiste, creo que no eres ingeniero sino psicólogo. Ahora me siento animada y con fuerzas para romper esas cadenas que me atan… Gracias. Nadie me había hablado tan claro y tan amorosamente para decirme, en resumen, que soy una bruta amorosa… ¡Genial! Soy una bruta amorosa, que lo acepta y que ahora sabe qué es lo correcto… Y no, no quiero más cadenas en mi vida, ¡sé que esto debe terminar! Gracias, mejor amigo.
Mi teléfono suena, eres tú; como si te estuviera llamando con mi pensamiento, nuevos problemas en tu casa, una historia de nunca acabar, parece que ambos tenemos mala suerte en el amor… continúo escuchando, pero, qué más te digo para que arregles tu relación, me pregunto; ya has intentado todo (terapias, salidas, viajes, charlas a profundidad), bueno solo te escucho y te digo, “paciencia sigue intentando, tienes un hijo”. No puedo evitar sentir tu infelicidad, eres un hombre apagado, debes sonreír, mereces ser feliz; ¿cómo te ayudo?, después de todo lo que has hecho por mí, y yo, no puedo ayudarte, y peor, no sé qué más decirte… solo te escucho en silencio y sufro por dentro. “Que descanses, charlamos mañana, gracias por escucharme”, me dices y cierras el teléfono.
Transcurren 3 días y mi teléfono no suena, me preocupa, pero solo me resta esperar, tras una semana viajando por trabajo y sin saber nada de ti, me quedo pensando en que quizás te molestaste porque no pude darte un consejo, en que quizá ya no quieras ser mi mejor amigo… la idea me pone triste.
Al fin suena mi teléfono; mis nervios y mi preocupación son evidentes, pero trato de controlarlos; “necesito contarte algo, pero no por teléfono,” me dices. ¿Qué pasaría?, debe ser grave me digo a mí misma.
Al fin llega el día, ups 5 minutos tarde, pero aquí estoy, lo veo ahí … Dios mío este corazón sí que me palpita, debe ser porque subí las escaleras a mil. “Por favor, qué pasa”, te digo casi enloquecida; estoy que no puedo de la preocupación: “Qué querías contarme, han pasado 9 días, y no he sabido nada de ti”. Sin titubear me contestas: “Me separé y es definitivo, encontré las fuerzas que necesitaba y no tengo dudas”. Un silencio nos invade, y mientras pienso en lo que te voy a decir tus labios tocan los míos. A este capítulo de mi vida lo llamo Felicidad.
Han pasado más de 10 años desde aquel beso y esa magia que sentí desde ese primer día sigue invadiendo mi alma, mi mente y mi vida entera… ahora te veo bajar las escaleras de nuestra casa junto a nuestros dos hijos, ahora somos una familia. Los Conejos.
El verdadero amor existe, los príncipes llegan a rescatar a su princesa, la princesa llega a rescatar a su príncipe, el mundo conitos es real, y sí, un beso de amor es la fuerza más poderosa del universo.
Cuando veas una estrella fugaz pídele un deseo, pero pídele con el alma, ¿sabes por qué? ¡Se hace realidad!
Dedicada al amor de mi vida, mi conejo
Una de tantas historias incompletas de Amor. Historia 8/12
Autora: Katya Oña