Actualmente es bastante común que las personas se conozcan y se enamoren a través de una pantalla, la tecnología, que no parece tener límites, nos acerca cada día más a las personas que se encuentran del otro lado, incluso en otra parte del mundo.
Yo soy uno de los afortunados que cuentan con dicha tecnología. Sin embargo, para mí esto era toda una proeza cuando empezó todo… en la casa era imposible hacerlo, así que tenía que ir al lugar correcto para poder verla, la imagen no era la mejor, pero bastaba para sentirme en las nubes… de hecho, ella ni siquiera podía verme porque yo no tenía una cámara que me permitiera mostrarle mi rostro, para que pudiera ver cuan feliz era cada mes, cuando ese día llegaba. Ella, por otro lado, escuchaba perfectamente mi voz y yo podía ver su sonrisa en la pantalla cada vez que le decía cuánto la quería.
Transcurrían los meses y era inevitable irme enamorando más y, aunque nos comunicábamos todos los días, aquel día del mes era el más esperado, el más especial, el que te pone el corazón chiquito, ese instante en que te hace morir de ganas de pasar a través de esa pantalla y comértela a besos sin esperar un minuto más.
El sentimiento se volvió casi culposo, no entendía cómo me pasó, aún no nos conocíamos, no nos tocábamos, no se mezclaban nuestros olores, no nos podíamos dar ni siquiera un beso y yo ya sentía más amor por ella que el que había sentido por mi propia esposa en su momento, pero así es la vida.
Al fin, había una fecha y un lugar, todo se había dado a la perfección para planear ese encuentro tan anhelado por ambos. El sentimiento se volvía confuso, incertidumbre, nervios, ansiedad, mariposas en el estómago mientras el día se acercaba cada vez más. En el último mes los encuentros por la pantalla se hicieron más frecuentes, una vez cada semana, confirmando esa ansiedad que teníamos por vernos y reafirmar lo que ya sabíamos, que nos amábamos y no podríamos estar el uno sin el otro nunca más.
La noche anterior fue casi imposible conciliar el sueño, al fin y al cabo era justamente eso, un sueño a punto de convertirse en realidad, quizá por eso no quería dormir, por el temor de despertar y descubrir que solamente estaba en mi imaginación, pero finalmente terminé rendido por el cansancio que había generado esa tensión sin sentido.
La alarma hizo su trabajo, me anunciaba que el día había llegado, a mi lado, mi esposa aún dormía y yo me preguntaba que iría a pasar con nosotros después de ese día. Las horas seguían pasando y la ansiedad crecía dentro de mí, no se ha comunicado desde ayer repetía mi cerebro y eso me llevaba a un grado de preocupación, de la alegría al temor.
Finalmente y con impaciencia me visto y me preparo para el gran encuentro. Me dirigí al lugar casi en piloto automático, mi mente daba vueltas, me sentía como aturdido, todo se escuchaba distante, las personas pasaban junto a mí y yo seguía mi camino, había reservado de antemano el lugar, así que les di mi nombre en recepción y en seguida me acompañaron a mi lugar. Los minutos pasaban lentamente y mi corazón latía cada vez más fuerte. Saqué una foto que tenía de ella, una que me dieron imprimiendo de una captura de pantalla que le había tomado en uno de nuestros encuentros virtuales, quería recordar bien su cara, sólo por si acaso.
Se escuchó el teléfono en el fondo y oí mi nombre, al poco rato la chica de la recepción se acerca hacía mí y me dice que hubo un contratiempo y que va a tardar en llegar, que por favor la espere. Pido un café para calmar mis nervios.
Tardó más de una hora y media en llegar, y no, yo no estaba molesto en absoluto, me sentí aliviado cuando se abrió la puerta y la vi entrar al fin, ya no era un sueño, en ese mismo instante se convertía en una hermosa realidad. Me acerqué, la miré, era idéntica a la fotografía que cargaba, era perfecta, sus ojos plomizos, su cabello rubio, sus labios gruesos, su cuerpo con rollitos que hacían juego con sus mejillas redonditas, la tomé con fuerza, la apreté contra mi pecho y dándole un gran beso le dije sin dubitaciones, “Hola ‘Mi Amor’, no sabes cuánto esperé este día”, y ella tal como en la pantalla me regalaba otra gran sonrisa.
Después de ese momento entendí por qué se llama hacer el Amor, y es porque justamente de ese acto salieron los amores de mi vida. Sí, esa bella historia de amor se repitió dos veces más, y les puedo asegurar que se puede amar a más de una mujer, por supuesto todas son celosas, así son las mujeres, y yo, muy feliz, podría hasta decir que me gasto toda mi plata en mujeres…
Dedicada a los amores de mi vida, mis 3 hermosas hijas.
Una de tantas historias incompletas de Amor. Historia 7/12
Autor: Andrés Acosta.