¡Chuta que tontera, aquí va de nuevo! “QUÉDESE DONDE ESTÁ!”, escucho a mis espaldas que me grita un policía mientras las intensas luces de la patrulla alumbran la escalinata por la cual subo a diario. Eran alrededor de las 10:30 pm y no hacía otra cosa que caminar hasta mi casa, y sí, dije de nuevo porque es habitual que cada cierto tiempo por el barrio se escuche un alboroto y acto seguido la policía transita cada rincón en búsqueda de algún delincuente o pandillero, el cateo de rigor siempre brusco y en tono amenazante y la revisión respectiva de mi mochila que por suerte no termina esta vez con mis pertenencias en el suelo, por enésima vez salgo bien librado con la frase “este sólo es un guambra estudiante, no hay nada, vámonos”
Me llamo Luis, Luchito, Luchín, y hasta “Cachorro” de vez en cuando aunque cada vez es menos frecuente escuchar éste último apodo. Soy el menor de tres hermanos y vivo en un barrio considerado peligroso en mi ciudad, aunque a decir verdad ya casi no escucho que no haya barrios peligrosos pues cada día hay más gente sin trabajo que recurre a diferentes maneras de subsistencia y no siempre hallan una mejor forma de ganarse la vida.
Mi hermano mayor es albañil y azulejero y desde pequeño le tocó duro pues fue como padre para mi hermana y para mi desde que mi papá nos abandonó cuando yo apenas tenía 5 años, fue él quien decididamente apoyó económicamente a mi mamá quien se ha partido la vida por criarnos de la mejor manera, alejándonos de las malas influencias que dicho sea de paso son muchas por aquí. Incluso, soportó los innumerables golpes que mi padre le daba cuando se emborrachaba, algo de eso heredaría mi hermano, a quien tanto mi madre como mi hermana tuvieron que sacar desde muy joven de las cantinas o casas de sus “amigos” convertidas en cantinas, no lo culpo, me imagino que muchas veces fueron para olvidar que no tuvo una buena infancia como la de otros menos desafortunados, hoy en día él vive en un barrio más arriba de nosotros junto a su esposa y 4 hijos.
La historia de mi ñaña no es mucho mejor, el paño de lágrimas de mi mamá y la única con el poder de hacer recapacitar a mi hermano de sus andanzas, estudió en una nocturna y ya que mi mamá pasaba todo el día trabajando, se quedó embarazada a los 16 años, antes de terminar el bachillerato, por un tipejo que a los 21 años ya tenía dos hijos con dos mujeres diferentes, lo que llamamos un don Juan y que a los 22 migró a España disque para conseguir trabajo porque aquí no había y poder mantener a sus hijos y para no hacer largo este cuento, se quedó por allá y ya tiene 2 hijos más con su legítima esposa. Mi hermana se hizo al dolor y consiguió terminar el bachillerato, entró a trabajar en una empresa de confección textil donde al menos tiene un salario y es afiliada al seguro social.
Sin dudas el más afortunado he sido yo, que fruto del esfuerzo de mi madre, quien toda su vida trabajó limpiando casas y lavando ropa ajena honradamente, he logrado entrar a la universidad.
En realidad hay alguien más a quien agradecer, mi madrina Juani fue quien le dio una recomendación para que mi mamá entre a trabajar en casa de una familia buena. Ellos veían todo el esfuerzo de mi madre y claro como yo le acompañaba a veces al trabajo cuando nadie podía cuidarme, me tomaron cariño y ayudaron a mi mamá en un inicio con útiles o uniformes y don Paúl, el dueño de casa, se convirtió prácticamente en mi tutor ayudándome para que yo pudiera aprender y conseguir buenas calificaciones que me permitieron optar por una carrera universitaria y mantenerme fuera de cosas malas.
No, no ha sido fácil, ya que de donde yo vengo, mientras más culto eres o mejor vestido estás, ya no encajas, te conviertes en el “aniñado”, te humillan tus propios amigos, ya no eres digno ni siquiera de jugar un partido de fútbol, porque te consideran “una nena”, sí, el machismo es pan de todos los días aquí y si algo me consideran es porque a fin de cuentas me crié en este barrio y si sigo aquí es porque sigo pobre y disfrutan más diciéndome que nunca saldré de aquí o que les lamo las botas a mis patrones que dándome una golpiza de la que por cierto puedo defenderme muy bien, porque si no lo haces no sobrevives por estos lados. Al comienzo fue difícil y caes en el juego en el que casi todos caen, no quieres sentirte diferente, no quieres ser insultado, golpeado o asaltado. Así, hubo días en que me escabullí de clases y terminé con los “panas” usando el dinero de mi colación para conseguir licor, tabaco y hasta una que otra droga, pero gracias a la perseverancia de mi mamá que logró encaminarme a tiempo, hoy puedo aspirar a algo mejor.
Uf, al fin llegué, luego de subir 134 escalones estoy al fin en casa, luego de hacer mis tareas en casa de unos amigos, hoy puedo descansar un poco más pues salí libre del turno de velada de donde trabajo. No veo el día en que con mi título en mano pueda optar por un trabajo a la luz del día y mejor pagado y pueda sacar a mi viejita al fin de este lugar.
Buenas noches mamita, la bendición…
Una de tantas historias incompletas sobre Pobreza. Historia 8/12
Autor: Andrés Acosta
4 Comments
Buena historia pana, muy apegada a la realidad de esta ciudad, apenas empezó el segundo párrafo ya supe quién era el autor. Felicitaciones a todos! gran proyecto
Gracias Negro!!! que conste que estás invitado para que nos ayudes con una historia.
Felicidades al autor. Esta historia me ha transmitido todas las emociones y sentimientos de su protagonista Luchito, a la perfección. Maravillosa lectura del mundo real.
Gracias Mayte por tus palabras. Nos encanta saber que te ha gustado.