Dos caras del mismo mundo. La una, blanca. La otra, negra. En la una, poco falta. En la otra, poco hay. Para los unos, los planes a futuro son el día a día. Para los otros, el día a día a veces no es suficiente.
Yo nací en la cara negra. Tengo 3 hermanos. Una madre. Seguramente alguna vez tuve un padre, quién sabe. Por ahora ellos son a quienes tengo, quien sabe mañana. Quién sabe si mañana habrá la comida suficiente para seguir alimentando a mis hermanos pequeños. Quién sabe si mañana
alcanzará el dinero para las medicinas de mi madre. Quién sabe.
Como ayer, hoy estoy en el mismo semáforo. Mañana quién sabe si estaré aquí. Llegué a ganar puesto ni bien salió el sol. Ojalá no salga más. Es agotador. Ojalá. Mamá está una cuadra más adelante. Con ella, dos de mis hermanos. Seguramente estarán bajo ese árbol que les da sombra.
¿Qué juego estarán inventando con el césped y la basura que encuentren a su alrededor? Quién sabe. Conmigo está otro hermano. Tiene que aprender cómo nos movemos porque pronto será su turno de tomar otra cuadra.
El día va así. Poco a poco comienza a aumentar la cantidad de carros. Es momento de empezar. Nos paramos en el semáforo. Rojo. Empieza la función. 1,2,3. Tengo 3 mandarinas. Podría comérmelas. Quisiera comérmelas, pero no puedo. Por ahora, son mi herramienta de trabajo.
Quién sabe si mañana lo seguirán siendo. 1,2,3. Soy un experto para los malabares. Tantos semáforos. Tantos carros. Tantos días. Tantos soles. Tantos nuevos amanceres. 1,2,3. El semáforo pronto cambiará a verde. Junto con mi hermano nos acercamos a los autos. Hay ocho. Seis nos
rechazan, dos nos ayudan. Comenzamos mal. Verde. El semáforo cambia y los autos arrancan. ¿Cómo le habrá ido a mamá? Quién sabe. No sabré nada de ella hasta que caiga el sol y volvamos
a encontrarnos. Ahorita todavía hay sol. Todavía hay esperanza.
Caminamos con mi hermano al parterre. Tenemos unos pocos minutos para descansar. Naranja. Ahora es su turno. 1,2,3. Le sale perfecto y no bota ninguna mandarina. Tantas noches de práctica por fin dan resultado. Ahí vamos otra vez. Nos acercamos a los carros. Todos nos reciben con las ventanas abiertas. Eso casi nunca pasa. Aprovechamos esto, quién sabe si en el siguiente con la misma suerte. Verde. Se van todas esas buenas personas.
Son las 8:00. Vamos 20 semáforos y seguimos contando. Son las 8:01 y es mi turno. 1,2,3. Sin errores. Me acerco a los carros como de costumbre y lo veo. Como siempre está aquí, a las 8:01. Sin falta siempre está este carro rojo. Lo reconozco porque tiene 4 aros en la parte de adelante. Pero no solo por eso. Si no por quien va adentro. En la ventana hay un niño como yo. Bueno, casi
como yo. Usa la misma ropa todos los días, como yo. Pero no soy tonto. Sé perfectamente que él tiene muchas sacos y camisas iguales. Es su uniforme para ir a la escuela. Cómo quisiera ir yo a la escuela. Tengo unos cuantos amigos del barrio que van. Me han contado cómo es. Pero bueno, hoy no será. Quién sabe si mañana podré. Él va perfectamente peinado y su atención está en su pantalla táctil llena de colores. Me acerco a su ventana. Yo lo veo. Él no me ve. Hay un vidrio entre los dos. Por un segundo veo mi reflejo en este. En verdad que nos parecemos, pero somos de dos caras opuestas. Negra y blanca. Sólo un vidrio, pero el espacio entre los dos es inmenso.
Verde. Se aleja. La única certeza que tengo en mis días es que, si yo sigo aquí mañana, a las 8:01 él también estará.
Una de tantas historias incompletas de La Pobreza. Historia 4/12
Autora: Milena Espoz
https://web.facebook.com/milena.espoz
6 Comments
Buena 👏👏👏👏
Gracias Nelly. Nos alegra que te haya gustado.
👍🤗💪
Muy buena👏💅💅💅💅
Me encantó 😌
Nos encanta tu reacción!!!