4:35 am, el mismo calor de siempre, la humedad recorre todo mi cuerpo y no he podido dormir nada. Me levanto con cuidado para no despertar a Meche y Carlitos de la cama, piso con cuidado para que Jully y Janina sigan durmiendo. Por fin salgo de la casa y siento el aire tibio de la mañana de Guayaquil, que me recuerda que estoy vivo en una tierra de muertos; muertos que cada año se aparecen en la misma época por el dengue, chikungunya y los malditos matones de Ronny, que nos hacen ver como normal que cada día mueran dos de nuestros vecinos; mierda, cómo puedo pensar que esto sea normal. No tiene mucho sentido seguir pensando en Ronny, ni el desgraciado está trabajando por el virus, el virus que hoy nos está convirtiendo en una tierra de muertos.
Necesito lavarme rápido. Cojo el jabón azul y me froto todo el cuerpo, para luego lanzarme a la zanja de agua, que por cierto, hoy se ve limpiecita. Necesito llegar fresco al trabajo, al final de cuentas, gracias a Dios tengo uno y así mantengo a mis cuatro perlas. Regreso lavadito a vestirme a casa con el ánimo arriba. “Meche”, le digo bajito a mi princesa, cuide de los bebes que me voy a trabajar; en la olla está la platita de la quincena que por fin el jefe pudo cancelar esta semana, tarde pero mejor que nunca.
5:25 am, busco un bus, tricimoto, intento halar dedo y nada, nada y nada maldita sea, no hay en qué moverse. Empiezo una larga caminata a mi trabajo, debo estar ahí a las 7:30 am. Reviso el reloj y me doy cuenta que si alcanzo, pero no me va a servir de nada el haberme bañado. En el camino le pregunto a un policía si me puede acercar, pero me dice entre educado y asustado, ¿qué hago en la calle?, camino a mi trabajo mi jefe, le respondo. Más serio y seguro me pregunta otra vez, ¿En qué trabaja? ¿qué no sabe que no puede caminar por la calle? Están suspendidas las actividades en todo el territorio. Le respondí, SI, con tono serio; y le aclaro, trabajo en la gasolinera “La puntilla”, esta es mi carta y puede ver mi uniforme. “ya dele, dele”, me responde entre una mezcla de autoridad y molestia.
De camino al trabajo, pienso en todo; Meche, los guaguas, el abuelo Lautaro, Don Jorge de la tienda y solo al final me viene una dosis de tranquilidad, hace tres meses Don Carlos me ascendió de atender en el surtidor al mini market; es una maravilla con aire acondicionado, donde cada cierto tiempo puedo sentarme, me paga casi el doble del mínimo y sobre todo no tengo que coger tanta plata en la mano, que es el principal botín de los últimos meses en la ciudad. La sensación de tener tu primer contrato legal, es indescriptible.
Por fin llegué; hola Anita!… ¿Qué pasa Anita? Don Carlos dice que te acerques a su oficina por favor, con mascarilla y guantes, así como estás.
Hola Don Carlos, ¿cómo está?; hola Pocho, triste pero necesitaba decírtelo personalmente. Siento algo helado por mi espalda, las caras de mis perlas cruzan mi cabeza a una velocidad increíble, quiero ponerme a llorar y todavía no me ha dicho nada Don Carlos, pero ya se que me va a decir. Llevas poco tiempo con nosotros, pero es evidente que eres muy bueno y por eso te ascendí tan rápido, pero Pocho, el gobierno nos dice que no podemos atender en el minimarket los próximos 120 días y es el gasto más alto que tengo. Entiende que la inversión que hicimos fue muy alta y sin ingresos ya no puedo resistir si no me quedo con menos personal… si retiro a las personas que menos tiempo tienen puedo cumplir con sus liquidaciones completas. Don Carlos no logra terminar sus últimas palabras sin empezar a llorar. Ya todo está terminado, otra vez volver a mi realidad de mis últimos quince años, vender cualquier cosa para sobrevivir…. creo que María tenía mascarillas o ¿si la meche las cose?.
Una de tantas historias incompletas de una Pandemia. Historia 1/12
Autor: Miguel Viniegra
https://twitter.com/mviniegra1979; https://web.facebook.com/miguel.viniegra
6 Comments
Un artículo que refleja la realidad que está sucediendo. Estamos viviendo una pesadilla que terminará en mucho tiempo. Dios nos ayude y proteja.
Muchas gracias Guido por tu comentario.
Entre la espada y la pared! La realidad de muchos ecuatorianos. Muchos tenemos el privilegio de quedarnos en casa pero esa gente tiene que decidir entre salir y buscar alguna manera de proveer su alimento o quedarse y morir de hambre. De paso, maldita corrupción hasta en la compra de canastas para pobres!
Así que, qué hacemos?
Tienes razón Pauly. Uno de nuestros próximo relatos será sobre la corrupción. No es ajena en esta Pandemia.
Un abrazo.
Excelente! Un relato visto desde un ángulo que algunos afortunados no ven, y que solo reclaman enojados que porqué no se quedan en su casa. Hay mucha gente que vive del día a día y si no trabajan no comen. Más empatía señores!
Que Dios nos cuide y nosotros hagamos nuestra parte.
Gracias William por comentarnos lo que piensas. Sin duda una historia dura que nos hace buscar la empatía.
Gracias por leernos.
Un Abrazo